El Arte de la Meditación (2). Lo que la Meditación no es.

¿Qué es la meditación? Antes de responder a esta pregunta, a veces es más apropiado comenzar por discernir lo que “no es” la meditación. Este sistema recuerda el neti-neti (ni esto, ni aquello) del advaita vedanta, una forma de aproximarse a la comprensión de eso por descarte. En verdad, descartar lo que “no es” es un sistema de conocimiento muy inteligente, sobre todo cuando eso a lo que señalamos se pierde en el mismo momento de nombrarlo.

En lo práctico, el hecho de discernir “lo que no es” puede ayudar a descartar muchos malentendidos existentes sobre la meditación. Repasemos brevemente algunos de ellos.

1. La meditación no es reflexionar o pensar agudamente sobre algo.

En nuestra cultura se suele utilizar la expresión “voy a meditarlo” o “meditaré sobre ello”, como sinónimo de “voy a pensar sobre ello” o “voy a reflexionar sobre ello”. Sin embargo, la meditación no es una forma de reflexión; la meditación, en sí misma, nos lleva más allá de la reflexión, del análisis, de la interpretación y la conceptualización.

La meditación nos permite observar la actividad y la naturaleza de la mente, pero sin involucrarnos; ya se trate de pensamientos profundos o triviales, los observamos, pero no los seguimos, no nos involucramos, no nos identificamos.

[Durante la meditación pueden surgir ideas brillantes y pensamientos altamente creativos, ciertamente, pero este no es el propósito de la práctica. Cuando estas ideas surgen podemos aferrarnos a ellas por miedo a perderlas, sin embargo, también podemos “posponerlas”, sabiendo que, si en verdad las necesitamos, esas ideas no se perderán.]

2. No es dejar la “mente en blanco”.

La meditación no es pensar o reflexionar, pero tampoco implica forzar el proceso contrario, lo que se conoce como “parar la mente” o “dejar la mente en blanco”.

Si tratas de parar la mente comprobarás que es imposible; cuando tratas de parar su actividad para alcanzar un estado de pasividad, el propio esfuerzo genera más actividad. En otras palabras, el mismo esfuerzo por parar su actividad ¡es otra actividad!

Así pues, no se puede “hacer” nada para alcanzar el estado de pasividad, porque ese “hacer” en sí mismo es una actividad. La pasividad sucede cuando cesa todo hacer y todo esfuerzo, precisamente, y esto sucede en el mero observar, en el mero ser consciente.

3. No es una técnica para “controlar la mente”.

En el mismo sentido, la meditación no una técnica para “controlar la mente”. En realidad, la mente no se puede controlar, porque el controlador también es parte de la mente.

La práctica implica una disciplina de observación, mas no un control de lo que observamos. No tiene que ver con el control de la mente, o de cualquier aspecto de nuestra naturaleza, sino con la inmersión en el testigo silencioso que observa.

[En las fases iniciales de la práctica, la concentración propicia un aquietamiento provisional de la actividad de la mente, sin embargo, esta actividad no se consume o se disipa realmente, sino que se acumula en el trasfondo de la mente. Por lo general, cuando cesa el estado de concentración, esta actividad irrumpe nuevamente, a veces, con toda la carga que ha sido previamente “controlada”. La concentración es una fase previa a la meditación, y tiene su valor, pero no es el fin de la práctica.]

4. No es una técnica de relajación.

La práctica propicia el aquietamiento progresivo de la mente, lo que deviene en estados de relajación muy beneficiosos para la salud general del cuerpomente.

La relajación es un efecto natural de la práctica, pero tampoco es el fin de la práctica. De hecho, la búsqueda premeditada de esos estados de relajación, apertura y expansión, puede bloquear esos estados, precisamente. Esos estados suceden cuando cesa toda tensión y todo esfuerzo, y toda búsqueda introduce tensión en el proceso.

[La búsqueda genera tensión y también puede generar apego. Por muy expansiva que sea nuestra experiencia, cuando surge el apego, desaparece el estado de meditación, por eso en el zen se dice de manera provocativa: “cuando aparezca el Buda, mátalo”.]

5. No es una práctica “esotérica”.

La meditación es un estado de consciencia connatural a todo ser humano. No es una práctica abstracta y misteriosa sólo para iniciados. No es necesario perdernos en monasterios secretos ni adentrarnos en ritualismos sofisticados, tampoco requiere una elevada erudición o ser expertos en escrituras sagradas. La meditación no se comprende estudiando o filosofando, sino viviendo y practicando.

En algunos casos, durante la práctica pueden aparecer diversos fenómenos energéticos, psíquicos o extrapersonales, sin embargo, estos fenómenos “exóticos” no deben ser considerados como algo relevante; sólo son fenómenos, como todos los demás. Para el ego, estos fenómenos pueden resultar ciertamente atractivos (la idea de dominar energías invisibles, que en el fondo es una búsqueda de poder personal), por eso las tradiciones advierten continuamente de no concederles demasiada atención. Ser seducidos por estos fenómenos solo infatúa al ego y hace que nos alejemos de la ecuanimidad de la meditación.

6. No es una ciencia “exacta”.

No es una ciencia como las matemáticas, para cada persona es un proceso único, singular e irrepetible. Así pues, en meditación no existe una fórmula mágica que proporcione resultados predecibles (“todos mis problemas desaparecerán con un par de meses de meditación”).

No se puede predecir de manera exacta lo que sucederá durante el desarrollo de la práctica, porque cada proceso es completamente nuevo e irrepetible. Por eso, si durante la práctica descubrimos expectativas, si esperamos algún rendimiento en lo que hacemos o perseguimos algún resultado, nos damos cuenta, y soltamos.

La verdad siempre es nueva, por eso mismo, uno de los pilares de la práctica es la “mente de principiante”, y esto significa aprender a contemplar con una mirada nueva (libre de memorias y proyecciones) la verdad de cada instante.

7. No es una actividad egoísta.

La meditación no es como una manera elevada de “mirarse el ombligo”, o como una forma egoísta de aislarse de los problemas del mundo.

La meditación no cultiva el egoísmo, de hecho, lo que promueve es justamente lo contrario, neutraliza su actividad y predominancia.

El ego no es mi enemigo, pero durante la práctica se reconoce que tampoco es mi condición de ser natural. El mero hecho de observar la dinámica del ego ya me sitúa en otro “lugar” (donde el ego ya no es el “centro de gravedad”).

La meditación nos permite observar y desligarnos del ego y su actividad, por lo tanto, resulta ser el proceso menos egoísta donde nos podríamos enfocar.

En meditación se revelan estados de consciencia que amplían nuestro sentido de identidad más allá del ego habitual. En esta consciencia se vislumbra o se revela nuestra auténtica naturaleza, que tiene que ver con la comunión con la vida, el amor y la consciencia. Esta consciencia hace que aspectos como el altruismo, la compasión o la generosidad, surjan de manera espontánea y natural.

En meditación nos ofrecemos un espacio para silenciarnos y aquietarnos, para ser y comprender, para desligarnos de las limitaciones del ego y permitirnos florecer.

8. No es una manera de “desconectar de la realidad”.

La meditación no es una manera de desconectar de la realidad, ni es una forma de trance auto-hipnótico para impulsarse a una especie de más allá impermeable e insensible.

La meditación no es ningún ardid espiritual para escapar del mundo, de la vida, con todos sus desafíos y toda su complejidad, no es una manera de ocultar nuestros problemas o de evitar nuestro dolor emocional. No es frialdad, no es desconexión, no es separación… En meditación hay una profunda sensibilidad, hay comunión, hay compasión, pero no hay apego, ni las distorsiones de la falsa percepción.

La meditación no tiene que ver con lo “ultramundano”, sino con manifestar una forma despierta y compasiva de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con la vida en su totalidad.

Así pues, la meditación no consiste en evitar nuestra realidad, sino en sumergirnos plenamente en ella. En meditación no hay evasión ni represión, lo que se cultiva es la observación, la aceptación y la desidentificación.

9. No pertenece a una religión o tradición particular.

No es exclusiva de ningún sistema cultural o tradición espiritual en particular, aunque, de una u otra forma, todas las tradiciones la contemplan, especialmente en Oriente (donde han profundizado durante milenios en su práctica).

La meditación es un estado de consciencia inherente a todo ser humano, de todo tiempo y todo lugar. Lo que cada tradición nos ofrece es una sadhana (práctica espiritual) inspirada y desarrollada en un determinado contexto medioambiental y cultural.

Cada tradición aporta su propio enfoque, su propia perspectiva, su propio camino del despertar. Todos los caminos son válidos y se encuentran en lo esencial; todos los caminos se inspiran en Lo mismo y señalan hacia Lo mismo, solo son diversas formas de contemplar y señalar a una misma realidad.

Existen tantos caminos como tendencias humanas, por lo que la cuestión no es qué tradición es más certera o más válida, sino cuál es la que, en este momento, vale para mí. Esa es mi práctica.

(*) Si te interesa continuar con esta serie de «El arte de la Meditación»:
El Arte de la Meditación (3). ¿Qué es la Meditación?
https://www.anandaintegral.com/el-arte-de-la-meditacion-3-que-es-la-meditacion/

 

Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com

 

 

Por |2025-07-10T15:43:24+02:0010 de julio de 2025|Artículos|Sin comentarios

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