La meditación es un aspecto nuclear en la sadhana (práctica espiritual) desarrollada por las diversas tradiciones espirituales. Los caminos de la meditación son muy diversos, sin embargo, todos coinciden en la necesidad de establecernos naturalmente en la observación desapegada.
Meditar es posar la consciencia en el momento presente y ver lo que es, tal cual es, sin establecer juicios ni preferencias. Meditar es saltar del tiempo psicológico al flujo del ahora, saltar del ego impermanente a la inmutable presencia.
Este proceso comienza con la observación, y esta observación es atención. Inicialmente, podríamos decir que la práctica consiste en enfocar la atención de forma deliberada y consciente. Aquí se precisa señalar que, en la raíz de nuestros problemas, de nuestro sufrimiento y nuestra confusión, está la ignorancia (el no saber quién somos realmente) y la desatención. La meditación ataja el problema de raíz y nos enseña a enfocarnos, a centrarnos, a aquietarnos… Poco a poco nos tornamos más atentos, más silenciosos, más conscientes… Por eso se dice que la meditación despierta suave y naturalmente.
Observar (atestiguar, darse cuenta, presenciar) es el verbo clave, pero claro, al iniciar la práctica es importante discernir claramente entre pensar y observar. En principio, estos dos verbos expresan por sí mismos su significado, sin embargo, el pensar (interpretar, analizar, valorar) está tan impregnado en nuestra manera de mirar, tan fijado a nuestros ojos, que hemos olvidado o apenas reconocemos lo que significa observar.
Somos observadores, siempre estamos observando. Está el “observar”, y luego está el “pensar” sobre lo que observamos.
Lo que ha sucedido es que el pensar se ha “fundido” en el observar, y entonces pasamos de ser “observadores” a ser los “pensadores” (plenamente identificados al pensar).
Aprender a observar es aprender a dar “un paso atrás”, a situarnos en ese espacio de silencio que se da cuenta del proceso del pensar.
La observación del pensamiento nos libera de la identificación con el pensamiento.
Observar es contemplar silenciosamente, es darse cuenta de lo que sucede, mientras sucede. Observar es reconocer el flujo de la realidad tal cual es, tal como aparece, sin tratar de cambiarlo o modificarlo, sin valorarlo positiva o negativamente. Y esta observación lo incluye a TODO. También a la mente.
Presencia amorosa o consciencia-corazón.
La meditación tiene que ver con el cultivo de la mente despierta y el corazón despierto, nada más, y nada menos. Cuando amanece el Sol de la Conciencia, amanece la Comprensión, la Compasión… La profundidad en la Visión, la espaciosidad del Corazón.
La meditación nos permite reconocer y reconciliarnos con todo lo que es, con todo lo que somos, en un sentido de profunda aceptación y comunión. La meditación desarrolla nuestra lucidez y nuestra visión, nuestra empatía y nuestra compasión, nuestra voluntad para crear y nuestra determinación. La meditación no nos vuelve “especiales”, sino completamente “naturales”; al meditar no nos volvemos “santos”, sino “totales”.
Meditación es un estado de consciencia, o, para ser más precisos, la meditación se despliega a través de diversos estados meditativos. Estos estados tienen que ver con la atención (mente despierta) y con la compasión (corazón despierto). Por eso lo llamamos presencia amorosa o consciencia-corazón.
Meditar no se limita a la rigurosidad de una mirada fría y aséptica; no solo es observar, es observar compasivamente; no solo es rigor, también es amor. Sin amor no hay meditación. Meditar es alumbrar con la lámpara de la consciencia y abrazar con la energía del corazón.
Por su propia naturaleza, la meditación es un estado de consciencia libre de conflicto. La meditación promueve la presencia y la coherencia, la comprensión y la compasión, la sabiduría y el amor. ¿Hay algo que pueda ayudar más al mundo, y a nosotros mismos, que una vida basada en esta consciencia-corazón?
Cuando el ojo no está obstruido, el resultado es la Vista. Cuando el corazón no está obstruido, el resultado es el Amor. [Anthony de Mello]
Presencia amorosa, presencia compasiva, presencia incondicional… Son distintas formas de expresar un mismo estado de consciencia que se abre a toda experiencia y a toda realidad; lo personal y lo transpersonal, lo terrenal y lo espiritual, la vida mística y la vida práctica por igual. Esta presencia es la consciencia presente y sin límites que acoge todo tal cual es, sin dividir, sin separar.
Por supuesto, esta presencia amorosa no siempre está activa, presente en cada momento de mi vida… A veces está presente, a veces está ausente, a veces está despierta, a veces está dormida… Sin embargo, el cultivo paciente y desapegado de la práctica, permite el reconocimiento progresivo de ese núcleo esencial de despertar, por lo que los momentos de olvido se atenúan y el recuerdo se sucede y acrecienta de manera natural.
Puedes volver a dormirte, deslizarte por aquí o por allá, pero eso ya da igual, sean cuales sean las circunstancias que te hayan distraído, al darte cuenta vuelves a despertar, siempre regresas a esa presencia amorosa que ahora percibes como tu misma identidad. En realidad, lo que cuenta es tu interés, tu amor a la verdad. Desde ahí, todo lo que vivimos es una oportunidad de despertar.
Descansar en el movimiento de la vida.
Meditar es cultivar el arte de vivir consciente y amorosamente, es aprender a experimentar la vida tal cual es, a vernos y aceptarnos tal cual somos. Meditación es el amor a “lo que es”.
La presencia amorosa contempla y acoge a todas las cosas, y a todos los seres, tal y como son, se abre y acoge indistintamente todas las polaridades de la vida y de la mente, sin preferencia, sin elección; no es que en flotemos en blancas aureolas por una existencia libre de contracción y de dolor, ni que neguemos la expresión del individuo (pensamiento, emoción, voluntad y acción), sino que todo lo que surge es una oportunidad para despertar a la consciencia-corazón.
Jonh Wellwood, mentor de la Psicología del Despertar, hace hincapié en el despliegue de esta presencia en la vida cotidiana: “aprender a reconocer, permitir, abrirnos e indagar en nuestra experiencia tal cual es, sin tratar de alejarnos ni un ápice de ella. […] Aprender a estar completamente presentes y despiertos en medio de cualquier pensamiento, sentimiento, percepción o sensación que aparezca, y verlo como el despliegue de la esencia luminosa de la Conciencia.”
Desde esta presencia amorosa contemplas los mundos internos y externos con plena aceptación. Cualquier cosa que surja puede ser acogida por esta consciencia-corazón. No te identificas, no te resistes, no te apegas, simplemente contemplas con naturalidad… Contemplas y te mantienes sensible a este milagro viviente que tiene lugar en el seno de la Totalidad… Desde la consciencia que esencialmente eres contemplas como las olas espumosas se levantan y se disuelven en tu Oceánica Profundidad.
(*) Si te interesa continuar con esta serie de «El arte de la Meditación»:
El Arte de la Meditación (4). La Mente no es el Enemigo.
https://www.anandaintegral.com/el-arte-de-la-meditacion-4-la-mente-no-es-el-enemigo/
Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com
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