Hoy en día sabemos que los beneficios de la meditación son innumerables. Lo que hasta hace poco pertenecía al ámbito espiritual y a la experiencia directa que transmitían los maestros de meditación, hoy se confirma en numerosas universidades, institutos y laboratorios que, gracias a los grandes avances en neurociencia, no cesan de asombrar al mundo con los beneficios medibles en el campo neurológico, bioquímico y conductual que derivan de esta disciplina milenaria.
Los beneficios de la meditación son realmente sorprendentes, y a medida que la ciencia lo investiga con más profundidad, más beneficios aparecen. Teniendo en cuenta estas investigaciones de manera resumida podría señalarse lo siguiente:
1. La meditación aumenta el grado de serenidad y tranquilidad en términos generales, incrementa nuestra capacidad de atención y lucidez mental, así como de empatía y sensibilidad, hacia nosotros mismos y hacia los demás.
2. Drena el inconsciente y purifica la mente de contenido conflictivo. Eleva el bienestar psicológico a la vez que desciende el nivel de incertidumbre, miedo y ansiedad.
3. Se armoniza el ritmo cardíaco y desciende el ritmo respiratorio, haciendo que el metabolismo energético se sitúe en un nivel más lento del habitual. Esto quiere decir que se reduce el nivel de excitación cortical y el sistema se vuelve, por tanto, más sereno y creativo.
4. Existe sobrada evidencia en la reducción de la presión sanguínea, la disminución del colesterol y la prevención de las enfermedades coronarias.
5. En el plano bioquímico se reducen los niveles de lactato y de la hormona cortisol en sangre, que intervienen en la respuesta al estrés.
6. Cuando las personas están emocionalmente afligidas o contraídas, las zonas más activas del cerebro forman un circuito que desemboca en la amígdala, en los centros emocionales del cerebro, y en la corteza prefrontal derecha, una región cerebral importante para la hipervigilancia típica de las personas sometidas a estrés. La práctica continuada reduce la actividad de esta zona, así como la actividad de la amígdala, incrementando el lado izquierdo del lóbulo frontal, que es la zona que se activa cuando sentimos bienestar y felicidad.
7. Efectuando mediciones a través de los registros encefalográficos, se observa que durante la práctica aparecen ondas cerebrales más lentas y mejor sincronizadas, con predominio de ondas alfa en los primeros episodios y ondas theta en los niveles más avanzados. Asimismo, se observa que los meditadores tienden a desarrollar e intensificar las habilidades atribuidas al hemisferio derecho, como la intuición, la creatividad, la afectividad, etc.
8. La respiración consciente sosiega el sistema nervioso. La atención se estabiliza neutralizando la dispersión e hiperactividad. Suavemente, el cerebro se reajusta en ondas cerebrales más ordenadas y coherentes. Este equilibrio entre el sistema nervioso central y el autónomo tiene grandes repercusiones en el estado de salud en general, como, por ejemplo, en el tratamiento del insomnio.
9. Gran parte del tiempo que pasamos -que vivimos- en el estado de vigilia ordinario, el cerebro está “distraído”, deambulando en un continuo flujo de pensamientos sin dirección ni aparente sentido. Lo más significativo es que estos niveles tan altos de actividad se dan durante los estados de “reposo”. Lo que en términos científicos se denomina red neuronal por defecto en la tradición budista se conoce como la mente de mono. Son esos momentos de ensoñación en los que no tenemos la atención sobre nada, donde la mente se mueve sin orden ni dirección saltando de un pensamiento a otro (como un mono que salta de rama en rama). Podría pensarse que esos momentos son relajantes, pero algunos estudios han demostrado que cuanto más deambula el cerebro, menos feliz es la persona. Se sabe que este deambular está relacionado con el déficit de atención, los trastornos de ansiedad y el victimismo, entre otros. Los estudios señalan que la práctica regular de la meditación puede mejorar la capacidad de limitar los pensamientos recurrentes y obsesivos que acompañan a muchos trastornos psicológicos. La meditación afecta y regula esta red neuronal por defecto, minimizando el gran desgaste psicológico que produce.
10. Los registros del metabolismo que han sido llevados a cabo en practicantes avanzados, dejan ver que su estado es muy similar al del sueño profundo y al de ensoñación, aunque con la gran diferencia de que su autoconsciencia permanece despierta. Por esta razón, muchos psicoterapeutas recomiendan la práctica de meditación en sus pacientes, ya que este estado de ensoñación consciente facilita el acceso a los contenidos inconscientes, así como la autoconsciencia necesaria para una correcta integración de los mismos en la estructura mental consciente (ego).
A la vista de estas investigaciones, podríamos afirmar que la meditación puede transformar por completo nuestra vida. La práctica permite equilibrar y regular saludablemente nuestra naturaleza psicofísica, a la vez que invita y favorece el emerger de nuestra naturaleza profunda. Meditar propicia la ampliación de nuestro sentido de identidad (habitualmente limitado a la personalidad) hacia una realidad más profunda y esencial. Esto, en sí mismo, es el principal beneficio, lo que verdaderamente puede llevarnos más allá del conflicto, de la división, de la consciencia de separación, más allá del error de percepción que vela nuestra consciencia y blinda nuestro corazón. Este es, esencialmente, el principal beneficio de la meditación.
La meditación es un fin en sí mismo.
Efectivamente, el hecho de hablar de beneficios en la práctica meditativa puede parecer un contrasentido, ya que la práctica consiste en observar y trascender las estructuras propias de la mente, precisamente; el deseo de adquirir, de lograr o de alcanzar, la evaluación intelectual de la realidad, la proyección en el tiempo (expectativa en el futuro, lo que lograré, lo que llegaré a ser). En realidad, la meditación nos invita a vaciarnos de todo eso, a permanecer en el Ahora y descansar en Lo que Es.
La meditación es un fin en sí mismo, y a la vez es natural que la mente racional necesite convencerse o comprender cuales son los efectos (beneficios) de la práctica. Tomar consciencia de estos beneficios pueden tranquilizar y motivar a la mente durante el desarrollo de la misma. Una vez que la mente lo sabe, la mente puede hacerse a un lado y practicar con frescura y naturalidad. Nos adentramos en la práctica sin el deseo de lograr o de alcanzar, sin la necesidad de modificar algún aspecto de la realidad, nos adentramos de manera inocente, sin propósito ni finalidad… El único “propósito” es la verdad revelada a cada instante, abrirse y descansar en este Ahora temporal.
En un momento dado, se comprende que la sentada, esencialmente, no tiene propósito ni finalidad… En realidad, no te sientas para nada, simplemente te sientas a ser, te sientas a observar… Desde este punto de observación privilegiado te sientas a descubrir lo que es, lo que eres, te sientas por puro amor a la verdad… Los innúmeros beneficios no son el objetivo, sino un efecto natural de la práctica. Recuerda, la práctica -la sentada- es un fin en sí mismo, no un medio para llegar a ningún otro lugar; la sentada es el lugar.
(*) Si te interesa continuar con esta serie de «El arte de la Meditación»:
El Arte de la Meditación (2). Lo que la Meditación no es.
https://www.anandaintegral.com/el-arte-de-la-meditacion-2-lo-que-la-meditacion-no-es/
Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com
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