Psicología y Terapia Transpersonal

La Psicología Transpersonal introduce la dimensión espiritual (no religiosa) en la psicoterapia; esta psicología comprende que el ser humano no solo es una realidad biológica, psicológica y emocional, también es una realidad trascendente y espiritual.

Desde el punto de vista de la psicología occidental se podrían describir varias olas de desarrollo hasta llegar al paradigma Transpersonal. Desde la primera ola del Conductismo (visión materialista y mecanicista del ser humano y del mundo), pasando por el Psicoanálisis (descubrimiento del inconsciente psicológico), llegamos a la Psicología Humanista, donde el “espíritu humano” entra en la psicología. Uno de los grandes precursores de esta nueva psicología es Carl Gustav Jung, quien trasciende los modelos mecanicistas, e incluso a su propio maestro (Freud, padre del Psicoanalisis), y afirma: “como contraste a las corrientes mecanicistas de una psicología sin alma… Estoy convencido de que el estudio científico del alma es la ciencia del futuro”.

En esta psicología se comienza a considerar al ser humano más allá de su ego programado (un simple robot orgánico al que hay que readaptar a la maquinaria de la sociedad). Se reconoce la dimensión espiritual del ser humano y su necesidad de trascendencia. Se enfatiza en la experiencia consciente, en la sabiduría sanadora del individuo y el potencial creativo de su naturaleza. Esta Psicología Humanista se enfoca más en personas psicológicamente sanas (en procesos de crisis, bloqueo o desorientación) que en perfiles altamente neuróticos o psicóticos, dando lugar a la denominada “terapia del crecimiento” o “movimiento del potencial humano”.

Según Maslow (uno de los padres de la Psicología Humanista) el ser humano tiende naturalmente a auto realizarse, recorriendo una escala de necesidades: necesidades básicas (alimento, calor, sexo, descanso, etc.), necesidades de seguridad y protección (seguridad física, salud, cobijo, recursos, empleo, dinero, etc.), necesidades sociales (pertenencia, afiliación, afecto, amistad, pareja, intimidad, etc.), necesidades de estima (reconocimiento, aprobación, confianza, respeto, éxito, etc.), y la necesidad de autorrealización o trascendencia.

El enfoque humanista es holístico, contempla al individuo en todas sus dimensiones y en toda su potencialidad, conduciendo hacia la autorrealización del individuo y al reconocimiento de su naturaleza espiritual.

Dice Maslow: “el verdadero desarrollo del hombre depende de su comunión con lo que lo trasciende”.  Y hacia el final de su vida afirmó: “considero esta tercera fuerza de la Psicología Humanista como algo transitorio, como un allanamiento del camino hacia la cuarta fuerza, una Psicología aún más elevada, una Psicología Transpersonal, centrada en el ser esencial que trascienda la naturaleza del hombre, su identidad y su autorrealización.”

La Psicología Transpersonal surge gracias al impulso de Jung, Maslow, Grof y Wilber, entre otros. El fundamento de este paradigma es la consciencia en progresiva expansión, y, en términos de desarrollo, el último escalón de la escalera evolutiva humana sería la Conciencia de Unidad.

Conciencia de Unidad.

El enfoque Transpersonal se emparenta con la Sabiduría Perenne al contemplar la Conciencia Cósmica (Conciencia de Unidad) como origen y destino de la consciencia humana.

Aquí, el sentido de ser es idéntico al del Ser universal; la consciencia de sí mismo es idéntica a la consciencia de la Totalidad; el río del alma amansa su curso por el mundo y finalmente desemboca en el Océano espiritual.

Cesa la consciencia de separación; todas las fronteras, categorías y dualismos desembocan en una Plenitud que abarca toda realidad. Y así, al cesar la separación y la dualidad, cesa el fundamento de las neurosis personales, la ansiedad, el miedo, el desamparo, la angustia existencial…. En definitiva, cesa el sufrimiento característico del ego separado, y surge la paz y la plenitud característica del estado de Unidad.

Individuación.

El trabajo terapéutico, desde la Psicología Transpersonal, requiere la realización de un ego sano antes de abrirse plenamente a la esfera de lo trascendente. En el nivel del ego personal suele haber tal desequilibrio, tal grado de división y conflicto, que resulta casi imposible imaginar un desarrollo humano que primero no resuelva esta dolorosa estructura personal.

Es paradójico; lo personal requiere de lo transpersonal, así como lo transpersonal requiere de lo personal; para sanar verdaderamente, lo personal necesita del sostén, la apertura y la claridad de lo transpersonal; para abrirse y realizarse plenamente, lo transpersonal necesita de la integración y sanación de lo personal. Por eso en la Psicología Transpersonal ambos aspectos se trabajan complementariamente

Por lo general, un ego ordinario, el ego de la mayoría de los seres humanos, es un ego enfermo, un ego dividido y fragmentado. Ahora bien, ¿qué significa un ego sano? Un ego sano ya no es un ego tal y como lo entendemos.

Un ego sano es un ego integrado. Uno ego sano alude a una “individualidad”, a un individuo total; un individuo que ha conciliado su imagen y su sombra psicológica, su cuerpo y su psique, su realidad biológica, psíquica y espiritual, un individuo que ha abrazado todas sus polaridades en una consciencia de totalidad.

Esto sería lo que Jung denomina el principio de individuación. La individuación alude al desarrollo de esta consciencia de totalidad, al desarrollo de un individuo total. Esta individuación abre las puertas de algo que emerge como nuevo y lo trasciende. Esta individuación, por así decir, abre la posibilidad de llevar al individuo más allá de sí mismo.

La individuación es lo que precede a la eclosión del ser interior; el nacimiento de un nuevo estadio de consciencia que trasciende la misma individuación.

La individuación (esta consumación o totalización del individuo) no es otra cosa que el proceso de observar, reconocer, aceptar e integrar todas y cada una de las facetas de nuestra magnifica y única singularidad. Es reconocer y amar a este individuo, en todas sus dimensiones, con todas sus polaridades y dualismos… En definitiva, es ser plenamente uno mismo. Entonces es cuando, naturalmente, puede revelarse y florecer eso que es más allá del individuo.

Una terapia profunda.

Una terapia profunda complementa los recursos psicoterapéuticos con la práctica meditativa. El proceso terapéutico, esencialmente, es un proceso de consciencia. Lo esencial es hacer consciente lo inconsciente, sanar las viejas heridas aun “vivas” (aquellos sucesos que hemos vivido de manera traumática o conflictiva), liberar la carga emocional atascada y reprimida, y transformar las creencias inconscientes que están causando conflicto, incoherencia y desarmonía, bloqueando de ese modo la salud y el contento en nuestra vida. Lo que se busca es integrar la sombra psicológica en la consciencia-corazón, y liberar esta energía psíquica hacia el florecimiento de la vida

El proceso terapéutico es un proceso de auto observación, de auto indagación, de auto compasión… Un proceso que amplia nuestra consciencia y sana nuestro corazón. Un proceso que nos permite reconocernos en todas nuestras dimensiones, en todo lo somos, con plena aceptación.

Esta terapia profunda, además, nos permite liberar todo nuestro potencial connatural, descubrir y realizar nuestro propósito vital, así como reconocer y descansar en nuestra naturaleza profunda y esencial.

 

Toni Consuegra
Instructor de Meditación y Terapeuta Transpersonal
Fundador de Ananda Desarrollo Integral
www.anandaintegral.com

Por |2025-07-09T12:09:09+02:0025 de octubre de 2023|Artículos|Sin comentarios

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